Para tratar el
tema de la educación y el aprendizaje hemos tratado en clase un
caso real, la historia del niño salvaje de
L’Aveyron.
Podemos observar mas a fondo el caso
del niño Victor de L´Aveyron , en esta pagina web
http://artefaktes.com/wp-content/uploads/downloads/2013/05/Itard.pdf.
A las afueras de Saint-Sernin ,
provincia de Aveyron en Francia. Fue encontrado un niño, que sólo
medía 4 pies y medio de estatura (1.35 mts. Aprox.), aparentaba
tener 12 años, había sido visto varias en los últimos años,
trepando los árboles, corriendo en cuatro pies, bebiendo en los
arroyos y buscando bellotas y raíces.
Cuando el muchacho llegó a
Saint-Sernin, no habló ni respondió para hacerse entender, pero
reaccionaba de inmediato ante el sonido de las ramas al quebrarse o
ante el ladrido de los perros. Rechazaba los alimentos cocidos,
prefería las patatas crudas que lanzaba al fuego y recuperaba
rápidamente con sus manos desnudas, devorándolas cuando todavía
quemaban. Como un animal acostumbrado a vivir en la selva, el chico
parecía insensible al frío y al calor extremos, y rasgaba la ropa
que la gente trataba de ponerle.
Evidentemente había perdido a sus padres desde muy pequeño o lo habían abandonado, pero de esto hacía tanto tiempo que era imposible saberlo. Durante un tiempo, el muchacho apareció como un fenómeno intelectual y social.
Evidentemente había perdido a sus padres desde muy pequeño o lo habían abandonado, pero de esto hacía tanto tiempo que era imposible saberlo. Durante un tiempo, el muchacho apareció como un fenómeno intelectual y social.
Los filósofos debatían sobre
cuestiones como la naturaleza esencial de los seres humanos,
preguntas que durante los dos siglos siguientes se convirtieron en
fundamento del estudio del desarrollo del niño. ¿Son innatas o
adquiridas las cualidades, el comportamiento y las ideas que definen
a los seres humanos? ¿Cuál es el efecto del contacto social durante
los años de formación, y se puede superar su carencia? Un estudio
cuidadosamente documentado de un niño que había crecido en
aislamiento podría proporcionar evidencia del impacto relativo de la
«naturaleza» (las características innatas de un niño) y la
«crianza» (educación familiar, escolar y otros factores de
influencia social).
Después de la observación inicial, el
muchacho, a quien se le llamo Víctor, fue enviado a una escuela para
niños sordomudos en París. Allí, quedó a cargo de
Jean-Marc-Gaspard Itard, un médico de 26 años, interesado en la
naciente ciencia de la «medicina mental» o psiquiatría. El
muchacho era, escribió Itard, «un niño desagradablemente sucio...
que mordía y rasguñaba a quienes se le acercaban, que no demostraba
ningún afecto por quienes lo cuidaban, y quien era, en síntesis,
indiferente a todo lo atento a nada» (Lane, 1976, p. 4)
Algunos observadores concluyeron que
era un «idiota», incapaz de aprender. Empero, Itard creyó que el
desarrollo de Víctor se había limitado por el aislamiento y que tan
sólo necesitaba que se le enseñaran las destrezas que los niños en
la sociedad civilizada normalmente adquirían a través de la vida
diaria. Itard llevó a Víctor a su casa y durante los siguientes
cinco años, gradualmente lo «domesticó». Itard despertó primero
la habilidad de su propio pupilo para discriminar la experiencia a
través de un entrenamiento esmerado y paulatino a las respuestas
emocionales así como a la instrucción en moral, comportamiento
social, lenguaje y pensamiento.
Los métodos que Itard utilizó, con
base a los principios de imitación, condicionamiento y modificación
del comportamiento, los cuales lo posicionaron a la vanguardia de su
época y lo llevaron a inventar muchos mecanismos de enseñanza que
aún se utilizan. De hecho, Itard depuró las técnicas que había
usado con Víctor, convirtiéndose en un pionero de la educación
especial. El chico logró un progreso notorio: aprendió los nombres
de muchos objetos y pudo leer y escribir frases simples, expresar
deseos, seguir órdenes e intercambiar ideas. Demostró afecto,
especialmente hacia el ama de casa de Itard, la señora Guérin, al
igual que emociones de orgullo, vergüenza, remordimiento y deseo de
complacer
Sin embargo, aparte de algunos sonidos
vocálicos y consonánticos, nunca aprendió a hablar, Además, se
mantenía totalmente centrado en sus necesidades y deseos y, como lo
admitió Itard en su informe final, nunca pareció perder su vivo
anhelo “por la libertad del campo abierto y su indiferencia a la
mayoría de los placeres de la vida social” (Lane, 1976, p.160).
Las atenciones y cuidados que se le dispensaron a partir de entonces
mejoraron su estado físico y su sociabilidad, pero los progresos
fueron muy escasos, una vez superada la fase inicial. Por esta época
se presentó la pubertad sexual del muchacho, lo que creó problemas
adicionales a su educador. Las esperanzas de Itard de enseñarle a
hablar y a comportarse de manera civilizada resultaron frustradas y
en el segundo informe Itard se daba por vencido y manifestaba su
preocupación por el futuro del desgraciado joven.
Cuando el estudio concluyó, Víctor
que ya no fue capaz de valerse por sí mismo, como lo había hecho en
la selva – se fue a vivir con la señora Guérin que, además de
otros profesores asignados para continuar su educación, recibía una
remuneración del Ministerio del Interior por cuidarlo, cerca de
veinte años más, hasta su muerte en 1828 cuando tenía alrededor de
40 años. Un informe elaborado por alguien que vio a Víctor hacia
1815 no reseñaba ninguna mejora de su situación.
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